¿DESGRACIAS  O  BENDICIONES?

En un pequeño pueblo vivía un anciano con su hijo de 17 años. Un día, el único caballo con que trabajaba saltó la cerca y se fue con varios caballos salvajes. La gente del pueblo murmuraba: ¡Que desgracia la suya don Cipriano!, y él tranquilo, contestaba: ¡Quizás una desgracia o quizás una bendición!


Días después, el caballo blanco volvió junto a un hermoso caballo salvaje, y la gente saludaba al anciano diciéndole: ¡Que bendición la suya don Cipriano!, a lo que inmediatamente replicaba: ¡Quizás una desgracia o quizás una bendición!


A los pocos días, el hijo adolescente, mientras montaba el caballo salvaje para domarlo, fue derribado y se fracturó una pierna, a raíz de lo cual empezó a cojear, y la gente le decía al anciano: ¡Que desgracia la suya don Cipriano!, y él tranquilo contestaba: ¡Quizás una desgracia o quizás una bendición!


Días después inició la guerra y todos los jóvenes del pueblo fueron llevados al frente de batalla, pero a su hijo no lo llevaron por su cojera, y toda la gente del pueblo saludaba al anciano y le decían: ¡Que bendición la suya don Cipriano! Y él con su fe inquebrantable, contestó una vez mas diciendo: Sólo Dios lo sabe, ¡Quizás una desgracia o quizás una bendición!


Mas yo en ti confìo, oh Jehovà; digo: Tù eres mi Dios. En tu mano estàn mis tiempos; lìbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores. 

SALMO 31:14-15